Saltos

1977 es otro de los años clave en la vida de Pelli. A sus 51 años le ofrecen el decanato de la Facultad de Arquitectura de Yale, la escuela de arquitectura más destacada del mundo. No era un lugar ajeno para Pelli. Había participado, a fines de los 50, del proyecto de su maestro Saarinen para la construcción de dos residencias universitarias en esa universidad. La experiencia lo marcó particularmente y lo llevó a concluir que los norteamericanos no habían construido ninguna gran ciudad, como lo habían logrado los parisinos o los catalanes, pero habían alcanzado un extraordinario logro de planeamiento urbano que era la ciudad universitaria. La “aldea académica” de Thomas Jefferson para la Universidad de Virginia era, según Pelli, la mejor obra arquitectónica de los Estados Unidos. El propio Pelli fue autor de varios proyectos para distintas universidades, entre ellos el primer diseño del campus de la Unsta en Tucumán.

Dos meses después de mudarse a New Haven, para ejercer su nuevo cargo de decano en Yale, le ofrecieron el diseño de la expansión del Museo de Arte Moderno de Nueva York. Esa oferta lo obligó a improvisar un estudio y a trabajar duramente para presentar el proyecto. Era otro momento crucial en su vida. Abre su propio estudio, a una edad en que creía, por su falta de conexiones familiares y sociales, nunca lo haría. A su estudio, luego se sumarían como socios Fred Clarke, quien se encargaría de las cuestiones administrativas y comerciales, y su esposa Diana Balmori, quien abordaría los proyectos paisajísticos de los diseños.

Pero lo central de este momento de su carrera era la solicitud de la expansión del museo, un proyecto  que lo catapultaría a la primera línea de la arquitectura norteamericana. Esa terminó siendo la obra que le permitió pergeñar edificios que marcarían la fisonomía de Manhattan.

TORRE IBERDROLA, en Bilbao. Se integra al lugar sin desequilibrar el medioambiente.

Pelli creía que había sido elegido, dentro de una lista preliminar que incluía a algunos de los nombres más reconocidos dentro de la profesión, por el escaso dinero que tenía el museo y por su experiencia en el diseño de proyectos en tiempos muy reducidos y con costos acotados. La expansión terminó costando menos dólares por metro cuadrado que los de cualquier otro museo relevante del mundo.

La fama de Pelli creció. Se convertía en uno de los pocos arquitectos que lograba aunar de manera extraordinaria lo que para otros era irreconciliable: la estética con el pragmatismo y la eficacia.

Tiempo después, a principios de los 80, su entonces pequeño estudio fue invitado, a último momento, a participar en el concurso para construir el World Financial Center. El lugar no podía ser mejor. Battery Park City, en el área de Wall Street, sobre el río Hudson y  en un espacio vecino a las célebres Gemelas. Pelli les ganó a muchas de las más grandes firmas norteamericanas y pudo concretar su primera obra de gran escala. En 1988 se inauguró el complejo en el que se destacaba un faraónico jardín de invierno público que sería señalado como una de las diez obras más notables de la arquitectura norteamericana desde la década del 80. Lo rodeaban cuatro torres de entre 31 y 51 pisos. Con el World Financial Center, Pelli ya tenía su pasaporte a las alturas.

“Piensa más grande”

“Piensa siempre en lo siguiente más grande”, le aconsejó Eliel Saarinen a su hijo, Eero. Pero fue Pelli quien llevó el consejo que había recibido su maestro a su máxima expresión.

La compañía Kuala Lumpur City Center Berhad se formó para adquirir los terrenos de un viejo hipódromo. Allí se elevarían unas torres que todavía no estaban diseñadas. Como el socio más fuerte del grupo era la compañía Petronas, la petrolera del Estado, el primer ministro malayo jugó un rol clave en la selección. Buscaban unos edificios que representaran a su capital y a su país. “De los cinco países del Sudeste asiático, Malasia era el menos conocido. Entonces, para que el mundo supiera que estábamos aquí, necesitábamos algo espectacular y creímos que un edificio alto cumpliría esa función”, declaró el primer ministro malayo que impulsó la construcción.

El estudio de Pelli fue elegido dentro de una lista de ocho candidatos, entre los que figuraban muchas de las firmas arquitectónicas más reconocidas del mundo. Su proyecto fue el que interpretó más fielmente la consigna de los clientes. “Tuve que meterme en la religión musulmana y en la cultura malaya para que esas torres pudieran ser percibidas como propias”, decía Pelli.

SEVILLA. La torre de Pelli superó en altura a la Giralda, el monumento de la ciudad.

Las gemelas malayas rompieron el récord mundial de altura en 1996 con sus 452 metros, superando a las gemelas neoyorquinas y a la Torre Sears de Chicago. Las cifras de la Petronas son impactantes.  160.000 metros cúbicos de hormigón, 65.000 metros cuadrados de revestimiento de acero inoxidable, medio millón de toneladas de peso, 32.000 ventanas, 1.600 millones de dólares de costo, 88 pisos, 78 ascensores. Allí viven y trabajan 10.000 personas. En sus 341.780 metros cuadrados de superficie útil -teniendo en cuenta que en diez metros caben apretadas 50 personas- entrarían todos los habitantes de Tucumán.

Singulares límites de la altura

Pelli contaba que la carrera por la altura no estaba limitada por la tecnología de la construcción ni por la resistencia de los materiales sino por los costos y por la capacidad de los sistemas mecánicos de responder a las necesidades y tolerancias de la fisiología humana. Pero también creía que veremos edificios de 200 pisos; o sea, de más de 1.000 metros. De hecho su estudio participó en un concurso fallido para construir una torre de un kilómetro de alto en Arabia Saudita.

Torres en distintas ciudades

“Todos están hablando de la torre de Pelli pero creo que quienes la critican no entienden que es parte de la evolución urbanística”, decía el arquitecto sevillano Raúl Romero, en 2012. El edificio en construcción de 178 metros había superado la altura de la Giralda, que es el campanario de la catedral y el gran monumento histórico de la ciudad, generando controversia. Sus detractores, entre los que se incluyó la Unesco, afirmaban que la torre tenía un impacto negativo sobre los monumentos históricos de Sevilla. “Cuando algunos sevillanos hablan de modernismo, se refieren al siglo XVI. Hace una semana el arzobispo apoyó la construcción de la torre y eso cuenta mucho en Sevilla. Dijo que si hubieran frenado este tipo de emprendimientos en el pasado, probablemente hoy no tendríamos la Giralda”, contestaba el autor de la polémica torre.

Definición e integración

A pesar de resistencias similares, sus obras se integraron armónicamente en diversas ciudades, enriqueciéndolas y, en muchos casos, convirtiéndose en sus nuevos íconos. Uno de esos casos se encuentra en el extremo opuesto de España. El Museo Guggenheim, diseñado por Paul Gehry, y la Torre Iberdrola, de Pelli, son los edificios que definen a Bilbao. La Iberdrola obtuvo el LEED de platino, la máxima certificación mundial de sustentabilidad, precisamente por su capacidad de integrarse a un lugar sin desequilibrar el medio ambiente.

A mitad de camino entre Sevilla y Bilbao, se levanta uno de los edificios más celebrados de Pelli, la madrileña Torre de Cristal. El nombre y sus características remiten al Crystal Palace de Joseph Paxton (aunque el heredero más directo de esta obra es el jardín de invierno del World Financial Center). El Crystal Palace, construido en 1851 y desmontado un año más tarde, era -para Pelli- el edificio moderno más influyente que se haya creado y, no obstante, uno de los menos valorados. La Torre madrileña de Pelli es un prisma irregular que genera contrastantes efectos de luz que impactan a todo aquel que la contempla. Es una suerte de escultura tallada en cristal que se levanta sobre la calle principal de Madrid y que, con sus 250 metros, sobresale junto a otros tres rascacielos que conforman un conjunto armónico. En la cúpula alberga un jardín vertical de 30 metros, el más alto de Europa.

Los edificios de Pelli aparecen en los más distintos rincones del mundo. El Two International Finance Center es un rascacielos de vidrio y acero de 415 metros y 185.000 metros cuadrados de superficie, terminado en 2003.  Ese año se convirtió en el edificio más alto de Hong Kong, título que mantuvo hasta el 2010, año en que pasó al segundo lugar detrás del Internacional Commerce Center. Así como las Petronas “coprotagonizaron” una película con Sean Connery y Catherine Zeta Jones (La Trampa, 1999), el Two Internacional Finance Center tuvo un papel relevante en otras producciones hollywoodenses como Lara Croft o el segundo Batman, de Christopher Nolan.

Al morir, Pelli tenía proyectos en otras 15 ciudades chinas. Algunas de ellas con nombres poco conocidos en Occidente, como Tianjín y Ningbó, donde se construyeron -y se siguen construyendo- torres de más de 500 metros con el sello -ecléctico, elusivo pero sello al fin- de Pelli.

La Gran Torre Santiago, de la compañía Cencosud, es el edificio más alto de Chile. Con 300 metros también es el más alto de Sudamérica, el más grande edificio comercial de América latina (recibe hasta tres millones de visitantes mensuales) y un hito arquitectónico que refleja el desarrollo económico del país.

Chengdu, Chicago, Jakarta, Wuhan, Ciudad de México, Dubai, Vikhroli, La Haya, Washington, Singapur, Sao Paulo, Mumbai, Shanghai, San Francisco, Nanjing, Doha, Charlotte, Osaka. Estas son otras de las 87 ciudades en una veintena de países de tres continentes en las que Pelli dejó su marca.

Más allá de los rascacielos, hay muchas obras que el tucumano quería particularmente, como la Nueva Biblioteca de Minneapolis o el estadio Bok de Tulsa. Un proyecto lo conmovió de manera especial: la construcción de dos nuevos edificios que complementaron su Pacific Design Center, edificio que diseñó en 1971. “Se terminará pronto y, por lo tanto, me habrá llevado más de 40 años terminar la obra. Eso es lo bueno. Significa que uno no puede morirse porque tiene que terminar su trabajo”, bromeaba y luego soltaba una de sus carcajadas características que solían acompañar a muchas de sus frases.